INDICADOR Del PUERTO -Columna especial-
Por René Chávez
• Conviene recordar con anticipación.
Lázaro Cárdenas, Mich., octubre 2021.- Para una comunidad tan urgida de valores integradores y de identidad como la de Lázaro Cárdenas, el reiterado desaire de fechas clave de su corta historia resulta no solo incomprensible sino imperdonable, sobre todo cuando se trata de una sociedad municipal que, en rigor, no rebasa los 50 años. Ya está próximo el cuatro de noviembre, que dejó de conmemorarse apenas vendida SICARTSA al Grupo Villacero. Con la sola excepción de modestos pero valiosos eventos realizados por la emisora XELAC Radio Azul, que en esa misma fecha recuerda también su inauguración como “la voz del Balsas”.
Fuera de ello no ha habido desde entonces y hasta ahora una sola autoridad, ni dependencia, ni organización, ni empresa que, despojándose de reminiscencias políticas y de intereses puramente económicos, tome su parte en la responsabilidad de cultivar en la memoria colectiva de esta populosa zona el valor de una fecha tan importante para su historia.
La ciudad de Monterrey, por ejemplo, siempre ha recordado y conmemorado el aniversario del inicio de operaciones de Fundidora Monterrey en 1900, como un símbolo de la pujanza y del carácter emprendedor de su gente. Tan arraigada quedó Fundidora Monterrey en la comunidad regiomontana, que cuando ésta desapareció, en su lugar y en el mismo sitio fue erigido el célebre Parque Fundidora Monterrey, un espacio que se ha constituido en el sitio de los grandes recuerdos y acontecimientos del pueblo de Monterrey.En Lázaro Cárdenas el cuatro de noviembre de 1976 debe ser recordado no puramente como el inicio de operaciones de SICARTSA, sino por todo lo que está contenido en este hecho: la conclusión de la construcción de uno de los más extraordinarios proyectos del México contemporáneo (Las Truchas); un proyecto que transformó una apartada, aislada y agreste zona de la costa michoacana en la base infraestructural de un emporio portuario e industrial y en una nueva ciudad.
Se dice fácil, pero cabe recordar que antes de 1970 no existía prácticamente nada en este sitio. Estaba tan alejado y era tan desierto que hubo que construirlo casi todo en dimensiones y cantidades pocas veces vistas. En una zona de unos cuantos miles de habitantes de pronto hubo más de 80 mil; un ejército de hombres y mujeres que con indoblegable empeño y sacrificio convirtieron una planicie de exuberante soledad en un enorme puerto y unas impresionantes instalaciones siderúrgicas, metalmecánicas y agroindustriales; se construyó la ciudad misma; nació, de hecho, una distinta sociedad.
Desde el punto de vista de la capacidad de logro de los proyectistas, técnicos y obreros mexicanos, el puerto industrial michoacano es la prueba más fehaciente de su calidad profesional, su valor a toda prueba y su inquebrantable voluntad. Desde la perspectiva del dominio tecnológico, los operarios del puerto y de las industrias demostraron más que sobradamente su aplicación y productividad, y se compararon favorablemente (y aún lo hacen) con los mejores estándares internacionales.
Pero desde la óptica política, el puerto y toda su circunstancia son también un triunfo. Para medir el valor de su cristalización es necesario ubicar en el presente toda la oposición política y económica que el proyecto de Las Truchas tuvo históricamente, incluso desde el interior mismo del gobierno federal de aquella época. El proyecto de Las Truchas debió vencer resistencias nacionales e internacionales que a punto estuvieron de cancelarlo, pero su destino fue defendido a capa y espada por grandes mexicanos, como don Lázaro Cárdenas del Río, en lo político (cuyo aniversario luctuoso acaba de conmemorarse), y como don Adolfo Orive Alba, en lo técnico.
En suma, lo alcanzado por la generación de hombres que planificaron, construyeron y operaron en su inicio el extraordinario proyecto de Las Truchas debe sorprender y mover al reconocimiento y al recuerdo. El día que se dio oficialmente por terminada esta gran obra y, al mismo tiempo por lista para inaugurarse (el cuatro de octubre), ocurrió la llegada del huracán ‘Madeleine’, que obligó a diferir la fecha hasta el cuatro de noviembre de 1976.
El cuatro de noviembre se constituyó, por tanto, en una fecha de profundo significado para la población cardenense, pues no debe olvidarse que aún a la fecha el mayor porcentaje de ella fue protagonista directo e indirecto del memorable episodio del surgimiento del emporio portuario e industrial que hoy se aprecia. Muchos de los hombres y mujeres de la zona, maduros ya todos ellos y por lo mismo aplicados a tareas muy distintas de lo que fue su papel principal en esta historia, fueron constructores, operarios, empleados, técnicos, prestadores de servicios, etcétera, que dejaron en esa gesta su mejor esfuerzo en el transcurso de los mejores años de su vida, conscientes de que participaban en un proyecto singular que sería más tarde una oportunidad de vida digna para sus hijos.
A SICARTSA le correspondió, en su calidad de entidad central de los acontecimientos, aglutinar las etapas de esta jornada para conservarlas en la memoria de sus propios trabajadores y de la población, y fue por ello que desde 1977 desarrolló un programa de festividades populares de carácter artístico y cultural para conmemorar la fecha. De ese modo, el cuatro de noviembre llegó al punto de ser una fecha trascendente. Pero cuando SICARTSA dejó de ser paraestatal, su nueva administración dejó de considerar el auspicio de acontecimientos que si bien eran valores institucionales y de la comunidad, para ella no guardaba el menor significado, por lo cual desde 1992 fueron suspendidos.
El llamado shock de la privatización en Lázaro Cárdenas provocó que el gobierno municipal, la población y prácticamente todos los sectores organizados de la localidad centraran su atención en otras prioridades, dejando para mejor ocasión, lamentablemente, el rescate de las fechas históricas de la joven sociedad cardenense. Y el tiempo y la indiferencia hicieron lo demás: desvanecer este valioso símbolo integrador y de origen de un destino.
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